jueves, 18 de abril de 2013

LA HUMILDAD DE LA GRANDEZA

Después de más de 30 años de lucha contra y desde la exclusión social,
la ‘iglesia roja‘ de Vallecas afronta una etapa marcada por las dificultades económicas.
   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 21 de febrero de 2009, domingo de Cuaresma. 13h. 
Un estruendo de tambores y guitarras hace temblar las paredes de San Carlos 
Borromero. Los sones de un grupo de “artistas cristianos” llegados de diferentes
 puntos del Estado sirven para abrir la misa semanal. 
Bajo un humilde Jesús crucificado, Javier Baeza, uno de los tres sacerdotes
del “centro pastoral”, en vaqueros, da la bienvenida a un auditorio
donde se mezclan jóvenes y mayores, inmigrantes y autóctonos,
creyentes y ateos. Al fondo, detrás de varios rostros marcados
por la heroína y la cárcel, un grupo de musulmanesmarroquíes participa 
de la celebración.
Pero la pluralidad de las presentes no es lo que más sorprende. 
Tampoco que la comunión se realice conn vino peleón y pan barato.
Ni que la misa se parezca más a una asamblea vecinal que a 
un “solemne acto sagrado”. Lo que impacta cuando uno llega a la parroquia
de entrevias es algo previo y causa de todo lo anterior: sus puertas, 
llegues a la hora que llegues, en un sentido tanto literal como figurado, siempre están
abiertas. Abiertas a todo el mundo, sobre todo a quienes menos tienen.
Javier Baeza, Enrique de Castro y Pepe Díaz, los tres curas de esta genuina comunidad, llevan 30 años dejándose “acoger por la realidad de la exclusión social”, 
en palabras del primero, lo que comporta un modo de vida muy poco común.
Al margen de la parroquia, comparten sus domicilios con personas con problemas 
de reinserción social. “Buscamos que la exclusión te reconozca como alguien de
 los suyos y eso está lejos del yo controlo cómo, cuándo y con quién hago las
cosas" Aclara Baeza, que aprovecha la misa para informar sobre el último
conflicto mantenido con una Iglesia católica que a mirar a Entrevías con desconfianza
En diciembre y por vez primera, en un momento en el que la parroquia se
hallaba al borde del colapso económico, Cáritas decidió suprimir las ayudas
 directas a familias necesitadas con el argumento de que San Carlos
 Borromeo no está adscrita a unterritorio concreto. No lo está y nunca lo 
ha estado porque atiende a personas que, como muchos presos, sin papeles o sin
techo viven al margen del padrón. 

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